Evapotranspiración

RAMON FOLCH

Las plantas transpiran. Funcionan en circuito abierto. Tanta agua evaporan las hojas, tanta agua es aspirada del suelo por depresión, como hace una jeringa. Los nutrientes disueltos se quedan en las hojas, junto con una fracción del agua sorbida. Es un sistema de transportar agua y nutrientes del suelo a las hojas eficaz, pero poco eficiente, ya que la mayor parte del agua bombeada acaba evaporándose.
Se precisa un metro cúbico de agua, o sea 1.000 litros, para que una planta genere, de media, cuatro kilos de biomasa. Más o menos, la mitad de esos cuatro kilos es agua, o sea que solo dos de cada 1.000 litros sorbidos se convierten en materia vegetal. De ahí que un kilo de pan, que viene a ser un kilo de harina, que viene a ser un kilo de trigo, suponga un consumo de más de un metro cúbico de agua (para hacer la espiga, pero también la paja del resto de la planta).
La producción de alimentos demanda mucha agua. Tras la ingesta diaria de una persona hay unos 400 litros de agua agronómica. No hay forma de reducir es cantidad, porque la fisiología vegetal es la que es. Y a una tal transpiración biológica hay que añadir la evaporación física del agua del suelo. El conjunto constituye la evapotranspiración de campos y bosques. Cuando hablamos de ahorrar agua, no nos referimos a eso.

Regadío
La lluvia aporta el agua a los secanos; es un programa de mínimos que anda solo. La huerta y los cultivos regados disponen, además, de la irrigación; ahí podemos afinar la eficiencia de las aportaciones. No lo hacemos en grado suficiente y por eso gastamos tanta agua regando. La mayoría de nuestros sistemas de regadío son antiguos e ineficientes. Se basan en canales y acequias a cielo abierto (evaporación y pérdidas en el transporte) que aportan a los campos agua rodada, como si les llegara un riachuelo. Los regantes suelen tener derecho a unos cuantos días de acceso al agua, sea cual sea el cultivo. Disponen de mucha agua durante poco tiempo. No pueden sino dejarla entrar y correr. Más de la mitad se pierde por el camino, se evapora o se infiltra en el suelo.
Es una manera primitiva de regar. Si al campo llegaran tuberías con contadores, el agricultor abriera el grifo solo cuando lo necesitara y pudiera mandar al campo el agua justa para compensar la evapotranspiración, sería enorme el ahorro y óptimo el rendimiento agronómico. Se regaría a presión (goteo o aspersión) y saldrían las cuentas hídricas. También se reduciría la contaminación difusa causada por los agroquímicos que ahora arrastra el exceso de agua infiltrada. Pero para lograrlo habría que modernizar a fondo las estructuras de regadío.

Más de un siglo
El Canal d’Urgell ya tiene más de 150 años. El Canal d’Aragó i Catalunya –que, por cierto, supone un trasvase de aguas de la cuenca del Ésera a la del Segre...– también pasa del siglo. Su explotación responde a los criterios hidrológicos del primer día. Hay que cambiarlos. Los regantes solos no pueden hacerlo (de quererlo, que deberían). Si se hiciera la transformación, 600 hectómetros cúbicos o más de agua derrochada actualmente en Catalunya quedarían disponibles. Las depuradoras siguen vertiendo otros 650. Ahora que entra en servicio el canal Segarra-Garrigues, ¿aprenderemos de una vez a mirarnos el agua globalmente?

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