La llamada gripe nueva no es más que la versión 2.0 de la vieja gripe porcina de toda la vida

RAMON Folch*

Este otoño e invierno, harán bien tomando precauciones frente a la gripe. Alguna de las distintas gripes, de hecho, porque son varias. No muchas más precauciones de las que ya tomaron o deberían haber tomado el año pasado, sin embargo. El cisco desencadenado por la nueva variante gripal parece que inquieta más a medios de comunicación, funcionarios de la sanidad y políticos que a los médicos epidemiólogos.
La gripe convive con nosotros desde hace siglos. Sus primeras descripciones sintomáticas son de Hipócrates, el padre de la medicina, y tienen 2.400 años. Pero como todas las enfermedades víricas, la gripe ha ido presentando variantes con el tiempo. Los virus son estructuras vivas no celulares, poco más que meras moléculas orgánicas complejas capaces de replicarse a costa de células verdaderas. Las invaden y les quitan componentes para reproducirse, cosa que las altera o mata. Por eso virus casi equivale a enfermedad, y también por eso hay tantas variantes de gripe, porque pequeñas recombinaciones químicas originan nuevos virus ligeramente distintos de los anteriores y, pues, nuevas formas gripales.

La gripe o influenza (del francés grippe o del italiano influenza) es una enfermedad infecciosa accidental, transitoria y de difusión rápida (una epidemia) que afecta a las aves y a los mamíferos, susceptible de extenderse al mundo entero, o casi, en un momento dado (una pandemia). A efectos humanos, hay tres gripes distintas (A, B, C), cada una con variantes debidas a modificaciones en la estructura de las agresivas proteínas superficiales del virus, que son la hemaglutinina (H) y la neuraminidasa (N). Las gripes A han protagonizado episodios pandémicos célebres, como el de la llamada gripe española (H1N1), que ocasionó millones de muertos en el invierno de 1918-19, los brotes de gripe asiática (H2N2) habidos en los años 1889-90 y 1958-59, con un millón de muertos cada uno, o la gripe de Hong Kong (H3N2), que también mató a casi un millón de personas en el invierno de 1968-69.

Cuando la gente dice que está griposa, suele querer decir que está resfriada, porque la gripe de verdad es una enfermedad seria que no se cura sudando. Ahora bien, el episodio temidamente pandémico de gripe aviaria (H5N1) ocurrido en 2005-06 se saldó sin apenas víctimas humanas y la presente gripe nueva –una forma originada en México y capaz de afectar a los humanos de la gripe porcina ordinaria (recombinación del virus H1N1)–, a pesar del alboroto levantado, solo ha causado hasta ahora algunos centenares de muertos. Es poco a nivel mundial, habida cuenta de los centenares de miles que causa anualmente la gripe normal en el tercer mundo. En los países desarrollados se adoptan medidas profilácticas eficaces y muchas personas se vacunan cada año, sobre todo si pertenecen a grupos de riesgo. Pero una cosa es la prevención y una muy otra la psicosis. Leyendo la prensa u oyendo según qué declaraciones se llega a pensar que el mundo se tambaleará con esta nueva pandemia. Ya sucedió con el virus Ébola, que puso patas arriba al planeta mediático entre 1994 y el 2004, a pesar de que apenas causó algunos centenares de muertes humanas (y muchas entre los simios, eso sí).

Cierta prensa necesita noticias, algunos políticos notoriedad y la industria farmacéutica pedidos. La hiperprotegida sociedad del bienestar es una víctima fácil. El joven periodista argentino Julián Alterini ha producido y colgado en la red un reportaje muy bien hecho, y se diría que sólidamente documentado, sobre los intereses políticos y económicos que quizá haya tras la gripe aviaria y la gripe nueva. Evidencia en él muchas conexiones y, en todo caso, pone de manifiesto la desproporción entre la alarma generada o los recursos profilácticos aportados y la magnitud real del problema. No se trata de trivializar la gripe, que es cosa seria, pero sí de entender qué está ocurriendo y por qué.
Los ricos del mundo global, o sea nosotros, viajan mucho y se asustan en seguida. La constante aparición de variantes víricas es un fenómeno tan antiguo como la evolución. La novedad es la rapidez con que se difunden. Las guerras de la antigüedad clásica o medievales, que ya conllevaban grandes desplazamientos de importantes contingentes humanos, propiciaron las primeras epidemias y pandemias conocidas, como la peste antonina (viruela, siglo II), la peste justiniana (peste bubónica, siglo VI) o la peste negra (también peste bubónica, siglo XIV) o la primera epidemia de gripe (siglo XVI). El siglo XIX trajo las devastadoras pandemias de cólera. En el siglo XX, las grandes masas de viajeros exaltaron el fenómeno, de modo que las pandemias han proliferado, basta pensar en la propia gripe o en el sida.

La globalización es también eso. La nueva epidemia de pandemias y el Facebook responden a igual estrategia: rápida diseminación de la información entre muchos que viven alejados. En el caso de la gripe, es información bioquímica de la estructura proteínica, pero información al fin. El oseltamivir es un fármaco inhibidor de la neuraminidasa que se ha revelado bastante eficaz desquiciando esa información. Bienvenido, pero mientras siga habiendo proteínas complejas y gente viajando al por mayor, las pandemias florecerán. No hay que subestimarlas, pero tampoco angustiarse. La vida funciona así.

*Doctor en biología y socioecólogo. Director general de ERF

El Periódico 4/9/09

Más de 6.830 millones de habitantes, ¿son demasiados?

Diversos analistas creen que el planeta no puede albergar a tanta gente, mientras otros centran el debate en el acceso a los recursos

Unos 6.830 millones de personas en la actualidad, 7.000 millones dentro de dos años, 9.000 millones en 2050. ¿Puede acoger el planeta a toda esta población? Un grupo de influyentes expertos ha manifestado en fechas recientes que no y, por ello, defienden el control de la natalidad. Otros expertos creen que el problema no es la cantidad total de personas o el número de descendientes, sino cómo se consumen y reparten los recursos naturales.

Por ALEX FERNÁNDEZ MUERZA

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Arenys de Munt

Que nadie se confunda: la convocatoria de la charanga de Arenys de Munt no es una ocurrencia aislada, es un aldabonazo más de la estrategia del nacionalismo del paso a paso y de crear constantes conflictos y agravios.
Nada nuevo. Algunos temas son superfluos -las matrículas o las banderas-; otros tienen más enjundia. Tras la financiación ahora estamos en la estrategia de presión sobre la sentencia del TC relativa al Estatut.
Durante años, coincidiendo con la Diada, la campaña nacionalista básica era la retirada de la bandera nacional de los ayuntamientos. Este objetivo ya se ha conseguido. Lo que al principio para los nacionalistas era valiente y transgresor -retirar la bandera- ahora ya se ha «normalizado». Por lo tanto hacía falta algo nuevo, un paso más. La idea del referéndum da respuesta a la necesidad de crear un nuevo invento que siga motivando y sirva a la estrategia habitual: creemos un problema y luego echemos la culpa al estado de derecho y a España en genérico. Fíjense, son varios los municipios que han anunciado que van a copiar la idea de Arenys de Munt. No hace falta ser clarividente para adivinar que el próximo año los referéndums proliferarán como setas.
Pero de la falsa convocatoria de Arenys lo más grave es sus consecuencias sociales. Sólo las dictaduras y las sociedades con libertades limitadas convocan referendos desde el poder jugando con las cartas marcadas. Venezuela es un claro ejemplo de ello. Zelaya en Honduras iba a convocar un refrendo parecido. En Arenys de Munt se monta una convocatoria con la voluntad de que el resultado no sólo sea «sí», sino que sea unánime.
¿De dónde sale el censo? ¿Qué pasa con los que se abstengan? En una convocatoria «privada», ¿qué garantías tienen los que no comparten las ideas de los convocantes? Arenys de Munt es un municipio pequeño, y por cierto bonito de visitar, como todo El Maresme. Entre los convocantes del refrendo bolivariano está la CUP, una especie de Batasuna a la catalana con tintes entre punk, ska y neo pijo con poco jabón. No es extraño en ambientes cerrados como son los pequeños pueblos -con grupos como estos en las instituciones- las amenazadas veladas estilo: «el domingo cuento verte votando» o «no te he visto en el mitin conjunto del otro día», o aún mejor «piensa que si salen muchos noes aquí nos conocemos todos». Si ahora se organiza un referéndum para que Arenys vote por la independencia, ¿por qué no mañana el Ayuntamiento organizará una lista de ciudadanos que no fueron a votar para excluirles, por ejemplo, del acceso a los servicios municipales?
En definitiva, el problema no es la contramanifestación de la Falange -que son tan fascinerosos como algunos de los convocantes y afortunadamente no tienen ningún arraigo ni apoyo electoral-; el problema es la deriva hacia la limitación de libertad, el miedo encubierto, la mirada de reojo o el temor a que descubran lo que pienso si no participo. Y es precisamente por todo esto por lo que las instituciones, las personalidades y los partidos no tendrían que haber promovido semejante convocatoria o luego haberla desautorizado.

Joan López
Profesor de la
Universidad Abat Oliva
ABC 8/9/09